viernes, 25 de mayo de 2018

Método Sísifo

Vivimos en una sociedad basada en la cultura del esfuerzo, pero que no premia el esfuerzo, premia los resultados. Tengo un ejemplo muy sencillo aplicado al tema del cual quiero tratar, la educación, concretamente la "Universidad". Lo pongo en entre comillado porque parece ser que ha perdido todo el sentido que tenía como "alma mater" para convertirse en una máquina expendedora de títulos a un precio, sinceramente, no muy económico la verdad. Volviendo a la cuestión anterior, quería mencionar el hecho de que a los docentes no les importa el cómo, pues algunos ni se molestan en supervisar los exámenes, sino que les importa únicamente el resultado; lo cual me parece frustrante.

Frustrante porque lo que valoran ya no es lo que te ha costado llegar a esa nota, ni lo que esa nota supone para ti, sino que premian la capacidad para copiar de algunas personas que suben la media de una clase y el ego de los profesores, digo esto porque luego se creen que han hecho bien su trabajo (deficiente en su mayoría, pero no quiero caer en generalizaciones) y no se percatan que los suspensos o las notas ajustadas no se deben a la supuesta "estupidez" que se nos quiere achacar, sino a que simplemente las situaciones y los medios de los alumnos cambian. Pero basta de hacer mella directa en la universidad porque mi principal crítica no es hacia ella, mi principal queja es ante un gobierno opresivo que dificulta el acceso a la educación (postobligatoria) con tasas abusivas para la clase obrera sobretodo.

Me da pie esto a hacer incisión en algo que me toca muy de cerca, pues me ha tocado vivirlo en mi propia piel. Rondaba el 2014, yo por aquél entonces tendría unos 16 años y empecé a preocuparme porque, a pesar del sistema de becas y a pesar de la precariedad que se vivía en mi casa, sabía que el humilde sueldo de mi madre soltera no alcanzaría para pagar la universidad. Entonces empecé a plantearme las cosas buscando trabajo para poder ahorrar algo de dinero y poder contribuir a mis estudios (ya que lo había pasado mal inclusive para pagar la matrícula de un bachillerato que no supone nada del otro mundo). Gran frustración al descubrir que en ningún sitio quisieron darle la oportunidad a un joven de 16 años que tenía ganas de iniciarse en el mercado laboral para seguir creciendo como persona. No fue hasta un año después que se me presentó la oportunidad en un trabajo como ayudante de cocina en la costa (con un contrato más bien precario) y conseguí empezar ahorrar para mi entrada en la universidad, aquél mismo verano presentaba yo la matrícula de la universidad y a duras penas me alcanzó para pagar el primer plazo, y me las vi y me las desee para pagar los posteriores (porque me vi en la situación de tener que seguir combinando estudios y trabajo). Para mi sorpresa, al haber trabajado y haber obtenido ingresos se me denegó la beca y por ende debía trabajar aún más horas porque sino no llegaba a pagar la matrícula del año siguiente.

Llegado a mi segundo año de carrera, ante la negativa de la beca, tuve que buscar un trabajo de más horas... por lo que mis resultados académicos se fueron ajustando, y aquellas expectativas de no bajar de un notable (curiosa calificación, de significado que te das a notar), se tornaron en la súplica de un suficiente porque mis horas para estudiar eran limitadas. Trabajaba los Lunes el día entero a turno partido, jueves, viernes por las tardes hasta el cierre y sábados y domingos el día entero. Por lo que se pueden imaginar que en una carrera como derecho mi tiempo de dedicación era muy bajo.

Matizaré en que eso no fue todo, porque por desgracia de la insuficiencia de tiempo me vi obligado a tomar un segundo trabajo en mi tercer año de universidad (actual curso) y ahora si que me veo con el agua al cuello, porque es el único modo de poder pagar mis estudios y empezar a ahorrar para es máster y hacer frente a los gastos de la titulación de inglés exigida. Por lo que ahora me veo obligado a trabajar de lunes a viernes todas las mañanas hasta las tres de la tarde y los viernes, sábados y domingos los días enteros. Por lo tanto si echan cuentas ven que prácticamente no puedo asistir a clase y mis horas para estudiar son tan precarias como mi sueldo. Rompo la laza a favor del Estado en que este año se ha dignado a pagarme la matrícula... pero de todas maneras no deja de rondar por mi cabeza la siguiente cuestión... ¿Hasta cuándo vas a obligar a la clase obrera a sobrecargarse la vida, perdiendo tiempo de concentración en su formación, para invertirlo en trabajo? Que idílico parece y que soñador me siento, cuando pienso que algún día, al menos en ámbitos como la educación, la desigualdad de clases no se manifestará notoria; y la igualdad de oportunidades sea real.


 Amauriz Ramírez, Estudiant Universitari

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